“Yo nací con la luna de plata,
Y nací con alma de pirata“
Agustín Lara, Veracruz
Obvio es broma, sí se que es este año hubiera sido el cumpleaños número 100 de mi abuelo. Había sido una situación poco discutida en la familia hasta que intervinieron las verdaderas protagonistas de la historia, las voces de la razón cuando todos se hacen guajes, las que no se quedan calladas ante las injusticias y que están siempre listas para intervenir el corazón de todas nosotras y nosotros, o los muros de Palacio Nacional…
Como todas las anécdotas familiares dignas de contar, esta historia involucra a mis tías, mi país y, desde luego, las verdaderas ocurrencias importantes de la vida. Esta es una de las historias donde descubrí, sin darme cuenta, quién es quién en la verdadera historia de las familias mexicanas.
Erase una vez un chilango-burócrata-millennial en potencia. Cuando todavía ni “existían” las millennials, ni pensaba en que podría convertirse en burócrata, pero eso sí orgullosamente chilango desde chico (#DistritoFederal).
En una conversación de las tías, de esas típicas ya con un par de tequilas encima sólo por convivir a la comadre del Bajío (Saludos, tía Mary), escuché que discutían sobre la auténtica fecha de nacimiento de mi abuelo. ¡Qué pedo! — pensé — Ese dato es de las grandes verdades del universo, te lo repiten hasta el cansancio porque determina muchos factores no dependen de una decisión propia, por absurdo que parezca. Qué certezas hay en la vida sino la fecha de nacimiento, la vida si tienes un seguro (se les advirtió de los malos chistes), pagar impuestos y que todas y todos nos vamos a morir (aunque a algunos no les importe que vayamos a morir y otros no paguen impuestos)
El ala Norte de la mesa decía que era el 2 de marzo y el ala Sur que el 3 del presente mes. Lo que nunca estuvo en discusión es que mi abuelo nació en Orizaba, Veracruz, México; después de todo, el apellido es parte del nombre oficial del Estado.
Meses después, en otra de esas comidas familiares que sí no mal recuerdo acabó en noche de karaoke (🐶🐶🐻🐻 que hicimos), la tía Chiquis (Saludos, tía) sacó el acta de nacimiento del susodicho que nos tenia a todas y no todos ahí reunidos. El ala Sur quedó más sorprendida que prima Gen Xer cuando se entera que Agustín Lara no nació en Veracruz (Saludos, prima); en términos centennials, la sorpresa es equivalente a la que te llevas cuando te enteras que el acceso a internet se promocionaba a través de CDs en los 90s (si no me crees, Google it)
Cuando las tías le preguntaron a mi abuelo por qué no había dicho nada, dado que ambas comidas habían sido el 3 de marzo con el propósito de festejarlo por octagésima vez, él contestó que daba igual, pues lo importante y lo que más disfrutaba era reunir a la familia, la fecha solo era el pretexto. Además, que más podría decir mi Payo, después de todo quienes habían hecho todo lo posible para reunir a más de 30 familiares de todas partes del país, habían sido ellas.
Mi amigo de la Generación Grandiosa, como yo, también fue servidor público, pero con una encomienda mucho más grandiosa que la mía: construir el México post-revolucionario formando una comunión de legado matriarcal; además, de ser inspector de calidad y cobro de los Derechos de Expendio de Pulque en de las cantinas en del Estado de Hidalgo, pero pasa a segundo plano.
Queda para reflexionar por qué las fechas toman más importancia, cuando su propósito auténtico y radical trasciende el tiempo, las costumbres y nuestros pensamientos; particularmente si es sobre uno de esos pensamientos o actitudes que no acostumbramos a cuestionar durante toda nuestra vida. Como quién dice: “Al César lo que es del César” y “Al Siglo XX, lo que es del Siglo XX”.
¡Por todas y todos, los días de marzo! Salud, Payo. Especialmente en esta semana.
Aquí es cuando todas las lectoras y lectores brindan con pulque, Don Pedro, Cuba (o trago de su preferencia) recitando el brindis de Hidalgo: que chingue a su padre la que deje algo.
Recomendación musical: Me vas a hacer falta, Monsieur Periné, 2018.